Si hay algo característico de Singapur es esta fruta tropical, amada y odiada por muchos. A la gente de Singapur le encanta... Pero los foráneos, por normal general, no pueden soportarla. En mi caso la experiencia fue bastante positiva, según me dijeron: no la escupí nada más probarla. Incluso me comí dos porciones y, ojo, me las tragué. Todavía no se si me gusta o no... Odiarla no, pero tendría que probar de nuevo para ver que me parece. Sabe raro, no es dulce ni jugosa... Lo que se come es lo amarillo que se observa en la foto: una especie de pulpa que recubre las semillas. ¿El resto? La corteza, llena de espinas, se tira.
Pero su característica más llamativa es que huele bastante.
Tanto que hasta se prohibe la entrada en los transportes públicos con ella. Lo peor, según me dijeron, es cuando se está en un lugar cerrado ya que el olor se acumula mucho más. Aunque a mí no me pareció tan malo... Peores cosas he olido.
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